Lina Mejía-Duque

De parte del olvido

Por Gonzalo Márquez Cristo

Se comienza por amenazar la figura para desatar el imperio del color. Se inicia una venganza contra la memoria. Se añora la flor carnívora del olvido capaz de perfumar nuestro ámbito sensible.

Estamos frente a un arte de límites, de fronteras ultrajadas, de espacios que se fragmentan para iluminar. Arte de equilibristas. De pinceladas sigilosas, del cauteloso matiz...

Los colores describen el itinerario de una redención, la conquista de una procelosa transparencia. Vemos como la tempestad lava ruinas interiores...

El combate fatal librado por el Expresionismo –promovido por los grupos El Puente y El Jinete Azul en Alemania hasta su explosión abstracta en Nueva York a mediados del siglo XX–, es la síntesis de una batalla que, como todas las que involucran al ser, sólo puede ganarse en las tinieblas.

Pero esta ruda contienda muchas veces resulta dulce –respirable– en Lina Mejía, y alienta los signos de su ensoñación.

No es el ocultamiento de la figura lo pretendido aquí, es el esfuerzo por conseguir la síntesis que permanece a pesar del cataclismo interior, por plasmar el rictus o la sombra que habita más allá de las alianzas.

Su pintura no pretende una abstracción, que sería algo estético, sino el olvido, que pertenece al orden de lo existencial.

El despliegue luminoso que habita en la gestación de estos cuadros es derrotado por una extraña oscuridad... Así sus dibujos se afantasman, se desmembran, porque es en lo fragmentario donde la artista se ha propuesto hallar el equilibrio.

¡Cómo iluminan los signos de la destrucción! ¡Cómo guían las imágenes que se apagan en el tiempo! ¡Cómo significan las formas que persisten a pesar del alud del colorido!

Sus figuras quieren salir del lienzo, padecen el espacio geométrico –la condena bidimensional de la pintura–, y así exploran sus límites, se enfrentan a esa violenta forma de trascendencia que es la mutilación.

¿Cómo asegurar entonces que al equilibrio desbordado de una figura le sucede un proceso casi geológico que sólo rescata su significación armónica? ¿Cómo afirmar que esta pintura es el sosiego legado por una tempestad que fracasa en la aniquilación de los signos?

Lo contradictorio allí se torna relevante si queremos adentrarnos al arte de los ojos cerrados.

¡Hágase el olvido!, podría decirnos la pintora en secreto.

Pero nosotros vemos cómo en su obra una nube borra el paisaje para que el horizonte –y el ser– prevalezca, y nos entregamos a la insinuación de sus rastros, de sus fugas, de sus latidos, de sus desapariciones; porque en sus lienzos se cultiva el milagro de las huellas, y ya sabemos por René Char que sólo las huellas hacen soñar!



Lina Mejía nació en Medellín, Colombia. Exposiciones individuales: Lo hondo del principio, 106 espacio para el arte, Bogotá , 2006. Experiencia limítrofe, Galería Julieta Álvarez , Medellín Colombia, 2005. Sombras que muerden trincheras de libertad, Galería Julieta Álvarez, Medellín, Colombia, 2003; Oslo, Noruega, 2002; Eiken Kunstforening, Noruega, 2002 ; Dremmen Kunstforening, Noruega, 2002. Relevadas presencias, Biblioteca Pública Piloto, Medellín, Colombia, 2002; Museo Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia, 2002. Relevadas presencias, Museo Simón Bolívar, La Habana, cuba, 2001. Sin título, Sociedad Colombiana de Arquitectos, Medellín, Colombia, 2000. ¿No será que cultivamos la niebla?, Cámara de Comercio de Medellín, 1999.


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